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Día 2: De Burdeos a Vannes (Bretaña), con parada en La Rochelle.

En el segundo día disfrutaríamos de uno de los mejores días en ruta, con unos paisajes que nos dejarían exhaustos por su gran belleza. Campos de girasoles, viñedos con pequeñas Chateaux de cuento, campos de cultivo… sería gran parte del paisaje que nos acompañaría primero a La Rochelle para después dirigirnos ya a la Bretaña, a la pequeña y coqueta ciudad de Vannes.
Este diario del día 2 pertenece a nuestro diario de viaje por Bretaña y Normandía. El índice del viaje lo encontrarás aquí.
Si deseas ver el diario del día anterior, es: DÍA 1: De A Coruña a Burdeos

Nos levantamos bien temprano, con la incertidumbre de saber si podríamos seguir en ruta, ya que como recordamos, el día anterior habíamos tenido un pequeño accidente en Burdeos y no sabíamos si el coche estaba dañado.

¡¡¡ Sorpresa !!! El coche estaba perfecto, no había fuga de agua ni el radiador parecía tener ni un arañazo. Con el tiempo asumimos que era simple agua de lluvia acumulada (como ahora las partes del motor tiene tapas debajo, acumulan agua) y el agua de la condensación del aire acondicionado.

De ruta hacia La Rochelle

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Aún así, la primera hora fuimos con bastante calma y atendiendo en todo momento al indicador de temperatura. Llevábamos una hora en ruta y no habíamos aún desayunado, por lo que paramos en un pequeño pueblo de camino.

La ruta de ese día la haríamos por carreteras convencionales (hasta Nantes pasando por la Rochelle) y autovía (de Nantes a Vannes).

Pronto se nos olvidó lo del coche, gracias a unos paisajes que nos quitaron el hipo. La carretera nacional estaba perfecta, sin apenas tráfico, con un sol radiante, e ibamos rodeados de viñedos y campos de girasol. No podíamos dejar de decirnos «mira ese», señalando a otro campo de girasoles, a un viñedos, o a una preciosa Chateau rodeada de viñedos… Y así, toda la ruta hasta La Rochelle, más de 300 km disfrutando como enanos.girasoles_francia_1

No sólo los viñedos eran de Burdeos, también no adentraríamos en la región de Cognac, en dónde paramos junto a una bodega de este famoso licor, pero estaba cerrada. Tampoco pudimos evitar parar en un pequeño mercadillo de productos locales (quesos, embutidos, pasteles, frutas) que había a la entrada de un pueblo, del cual ni recuerdo el nombre. Evidentemente, hicimos algunas compritas para el camino, porque llevábamos una nevera en el coche.

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En esta nevera llevábamos agua, refrescos, embutidos y alguna fruta. Nos gusta llevar así en el coche cuando vamos de camino para llevar bebida fresca, y si no encontramos donde comer o una noche queremos cenar en la habitación del hotel, tener algo.

La Rochelle, puerto medieval

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Aún haciendo varias paradas por el camino, en menos de 4 horas ya estábamos en La Rochelle, justo para pasear un rato y disponernos a comer en esta bellísima ciudad francesa.

Entrar en coche en la ciudad vieja es muy sencillo, al igual que nos resultó fácil encontrar aparcamiento, a pesar de ser temporada alta. Aparcamos junto a un canal que lleva al Puerto Viejo, en la calle Quai Mauber, en una zona de payant (el equivalente de la zona azul u O.R.A). Ni par de minutos caminando y ya estábamos en el puerto.

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Todo lo que nos habían contado de la Rochelle no defraudaba, es impresionante bella, con un muelle medieval llamado Puerto Viejo, flanqueada por dos grandes torres que fueron parte de la defensa de la ciudad. Son las Torre de San Nicolás (Tour Saint Nicholas) y Torre de las Cadenas (Tour de la Chaine), que datan de los siglos XVI y XV. Junto a esta última, unida por una muralla frente al mar, se encuentra otra torre, la de la Linterna (Tour de la Lanterne), que además es un faro, el último faro medieval de la costa atlántica en funcionamiento. Las tres torres se pueden visitar, previo pago e incluso hay un ticket para visitarlas juntas a menos precio.

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Inexorablemente la imaginación te lleva a imaginarte la época dónde el puerto estaba repleto de galeones, muchos de ellos capitaneados por corsarios. Hoy el puerto viejo está vacío salvo por algún que otro velero y barcos que hacen tours turísticos.

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Después de un paseo por la zona del Puerto Viejo, y gratamente sorprendidos por la «vida» de esta localidad, y por la gran cantidad de restaurantes y terrazas, nos dispusimos a buscar un sitio dónde comer. La oferta era variada, sobre todo se basaba en productos del mar (Ostras, Mejillones, Pescados) y en Creperías. En una de las calles principales vimos una pequeña crepería , Crêperie La Bigoudéne, que tenía muy buena pinta, allí nos dirigimos pues tenían sitio en la terraza.

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Era nuestro segundo día en Francia y ya tocaba probar las famosas Crêpes francesas. Pedimos un menú (Formule Rapide) con un precio de 11€, que consistía en una Gallete  (crepe de trigo sarraceno) rellena de jamon y quesos franceses y una crepe dulce de segundo, todo acompañado de una taza de sidra bretona, que pedimos Deux (dulce).

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La comida estaba realmente deliciosa, pero lo que más nos sorprendió fue la sidra, una sidra dulce achampañada, sin apenas la acidez, y con mucho más sabor a manzana que la asturiana o gallega. He de decir que la sidra es una de nuestras debilidades, y sin dudarlo ya nos hicimos una promesa, había que llevarnos sidra bretona para casa…

Luego de comer, bajamos a una pequeña playa urbana junto a la Torre de la Linterna, para recorrer parte de la muralla y admirar la costa y el mar. La verdad es que se estaba estupendamente allí, y había mucho que ver en esa pequeña ciudad, pero debíamos seguir nuestra ruta hacía la Bretaña.

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De camino a la Bretaña!

Al salir de La Rochelle, nos encontramos en una zona de marismas que llamaron mucho nuestra atención, estábamos en la Reserva Natural de la Bahía de Aiguillon. Luego el paisaje volvió a ser el de antes, con campos de girasol, viñedos, etc… hasta llegar a Nantes, con un paisaje más industrial y feo. La tranquilidad se había acabado, llegabamos a zona de retenciones y mucho tráfico, pero en poco tiempo ya estábamos en la autovía camino de Vannes. Ibas tranquilamente por la autovía cuando vimos un gran cartel nos indicaba que estábamos a punto de entrar en la Bretaña. Por fin!!!

Vannes, espectacularmente bella.

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Vannes (Gwened en bretón) es la capital de Morbihan, uno de los departamentos de la Bretaña. Cuenta con una muralla que rodea un pequeño casco histórico medieval, con 6 puertas. Una de ellas comunica con el final del canal que da salida a una bahía y luego al atlántico, la de San Vicente, en honor a San Vicente Ferrer, fallecido en la ciudad y patrón de la misma.

Al llegar a Vannes, antes de bajar a conocer la ciudad, buscamos el hotel que se encontraba en las afueras, para dejar todo en la habitación y bajar más tranquilos a descubrir Vannes. Media hora después ya estábamos recorriendo el canal de Vannes en el coche, como os dije, me gusta primero, si no hay apenas tráfico, conocer los lugares primero en coche, para situarme mejor y luego hacerlo a pie. Aquí aparcar es más difícil, ya que el casco histórico es pequeño. Mirando el mapa, vimos un pequeño aparcamiento junto al canal, en una explanada que era encima gratis y estaba a 5 minutos andando de las murallas. Aquí tenéis la situación exacta del aparcamiento, por si lo necesitáis.

Aparcamos ahí y justo al lado pasaba una especie de paseo que nos llevaba al centro histórico. Es el equivalente a un paseo marítimo, por lo que el sitio elegido para aparcar era ideal. Este pequeño canal se utiliza de puerto náutico y en las orillas estaban amarrados muchos veleros.

Íbamos admirando estos veleros, alguno realmente impresionante, y enseguida llegamos al final del canal, dónde empieza el casco histórico, en la puerta de San Vicente. Traspasamos la puerta para empezar a ver nuestras primeras casas bretonas auténticas, esas con las traviesas  y entramados de madera en la fachada y pintadas de diferentes colores. Empezamos a callejear y pronto nos encontramos con otra puerta, la de la Prisión. Seguimos paseando hasta llegar a los jardines de Remparts, desde los cuales podíamos admirar la muralla en su pleno esplendor. También pudimos ver alguna de las iglesias de la ciudad y la Catedral de San Pedro, por fuera, pues a las 6 había cerrado todo.

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La verdad es que la ciudad nos encantó, estuvimos callejeando y nos encontramos con casas preciosas, con muchas calles de postal, muchas de ellas con pequeños cafés y restaurantes al estilo parisino. Nos os podéis imaginar lo bonito que es pasear por una pequeña y coqueta ciudad francesa en un anochecer de verano.

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Empezaba a anochecer y luego de cenar tocó volver a las murallas para sacar algunas fotos. A eso de las 11 decidimos regresar al hotel para descansar, que al día siguiente tocaba muchas más cosas para visitar y conocer.

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Ya estábamos en la Bretaña y tocaba disfrutar de una de las regiones más bellas de Europa.

 

DATOS:

  • Fecha: 30 Julio 2015
  • Distancia recorrida:  480 km
  • Peajes: 0 euros.
  • Equivalente tomando autopistas: 439 km, 5:21 h, 21,50 € de peaje.
  • Comidas y gastos varios (alimentacion, bebidas,…): 45 euros.
  • Hotel :

 

Este diario del día 2 pertenece a nuestro diario de viaje por Bretaña y Normandía. El índice del viaje lo encontrarás aquí.
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El autor demiku

Blog de viajes en pareja, donde Miki y Rosi cuentan sus viajes y escapadas.

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