close
FranciaRoadTrips

Preparativos y resumen de nuestro viaje a la Bretaña y Normandía

Antes de meternos de lleno en los artículos sobre nuestro viaje, quiero contaros un poco cómo se gestó esta escapada y un poco la ruta que seguimos. En un principio creí que 9 días de ruta iban a bastar para conocer parte de la Bretaña y Normandía, pero la verdad es que sólo hemos conocido «parte». Nos hemos quedado con la sensación de que nos hemos vuelto antes de tiempo y que tendremos que volver.

Nuestra escapada ha sido espectacular, pero muy lejos de lo que se considera «slow travel». Muchos días han sido casi carreras para llegar de un lugar a otro, pero como se suele decir: «sarna con gusto no pica».

Cuando por fin supimos si podíamos disfrutar de esos días de vacaciones, nos pusimos manos a la obra para buscar escapadas. Pero yo ya tenía algo en mente, no se me iba de la cabeza: quería recorrer la Bretaña en coche, ver un anochecer en el Monte Saint Michel, y recorrer la costa de Normandía en busca de escenarios donde discurrió una de los momentos más importantes de la historia reciente de Europa.

Por causas laborales, hasta 2 semanas antes no sabíamos si podríamos coger vacaciones, por lo que no teníamos nada reservado. La semana anterior fue cuando empezamos a preparar el viaje, por lo que tema vuelos era casi imposible, era finales de Julio y principios de Agosto, y al estar en Galicia, los vuelos son escasos y ya agotados con tan poca antelación. Pero nosotros queríamos ir allí si o si, aún siendo en coche y con 12 horas de camino.

Por ello, decidimos ir en nuestro coche, pero «haciendo escala» en Burdeos, y así podríamos también conocer La Rochelle en nuestra «subida» hacia la Bretaña. Al regresar hicimos lo mismo, escala en Burdeos y de paso conocer algún destino enoturístico de Burdeos.

Los blogs y webs de referencia que usamos principalmente para nuestra escapada, os los dejo detallados al final de este artículo.

EL ALOJAMIENTO

Hotel en Burdeos

Otro problema que nos encontramos fue el tema alojamiento. Todos los hoteles de gama media, lo que aquí son 3 o 4 estrellas, o bien estaban llenos, o con precios que superaban los 150-200 euros la noche. Otra opción eran las Gîtes (casas y hoteles rurales) o los Chateau, pero hay que tener tiempo para buscarlos bien en internet, y de eso no teníamos mucho. Los campings en Francia tienen muy buena fama, hay muchos, con mejor calidad que en España, están por todos lados, y con precios muy asequibles.

Pero haciendo una ruta tan larga como hacíamos, necesitábamos un sitio sólo para dormir y descansar, algo rápido donde dormir, ducharse, cargar cámaras, tablets y móviles… Sabíamos que por Francia proliferan los hostales y moteles de grandes cadenas, como los Formule 1, Ibis Budget, Premiere Classe o P’tit Dej-Hôtel. Lo curioso es que hay muchísimos, normalmente en las afueras de los pueblos y ciudades, y tienen bastante disponibilidad, pues son para eso: para dormir y seguir en ruta. Si no quieres grandes lujos, están de muerte. E incluso estuvimos en algún Premiere Classe que no era un motel u hostal, más bien parecía un hotel de 3-4 estrellas con todo tipo de servicios.

Nosotros alternamos estos «moteles» con algún hotelito familiar o incluso un B&B con vistas al Monte Saint Michel. Los precios que pagamos se movieron en los rangos de 40 a 60 euros y sin desayuno. Todas nuestras reservas las hicimos por Booking, ya que ahí encuentras todo tipo de hoteles (de lujo, moteles, casas rurales…).

LA RUTA

Nuestra ruta en coche nos llevaría por las regiones de Aquitania, Poitou-Charentes, Países del Loira, Bretaña y la Baja Normandía. Una pena no haber tenido un mes e ir descubriendo estas bellas regiones. Y es que mientras íbamos en coche descubríamos lugares espectacularmente bellos, no podíamos imaginarnos qué bonita es Francia. Ahora entiendo a toda esa gente que está enamorada de ese país. Gran parte de nuestro viaje lo hicimos rodeados de viñedos y grandes campos de cultivo por donde brotaban pequeñas granjas o Châteaus de película. Por no hablar de esos pueblos que atravesabas y donde te quedarías a vivir sin pensarlo mucho, con sus pequeñas tiendas de embutidos, de quesos, de antigüedades…

Salimos tempranito de A Coruña para dirigirnos a Burdeos. Tomamos la autovía cantábrica A-8 que nos llevó por Asturias, Cantabria y Euskadi, por donde entramos a Francia. En la parte de España apenas paramos, pero por Francia fuimos haciendo pequeñas paradas, por el simple hecho de que era nuestra primera visita a Francia y nos llamaba la atención muchas cosas, como las pequeñas boulangerie (pastelerías-panaderías) o las charcuterías o queserías. A media tarde llegamos a Burdeos, directamente al hotel, para dejar todo y salir a conocer la ciudad un poco por encima ya que no era un «objetivo» de esta ruta. Aquí tuvimos un pequeño incidente que relataré más adelante: algo que ahora es una simple curiosidad pero que estuvo a puntos de chafarnos el viaje.

Además, descubrimos en primera persona que a las 10 es ya demasiado tarde para cenar en Francia. Todo cerrado y las calles vacías. Esto nos acompañaría en todo el viaje, incluso en los lugares más turísticos de nuestra ruta. Francia aún es peor en esto que Alemania o Inglaterra, obviando París, Berlín o Londres, que son mundos aparte en sus países, con horarios menos estrictos y más amplios.

Viñedos de Burdeos en Francia

Al día siguiente, salimos temprano dirección Vannes, parando unas horas en La Rochelle, donde comimos nuestra primeras crepes y galettes en Francia, acompañados de una rica sidra dulce bretona. Viñedos, campos de trigo, maíz y girasoles eran nuestros compañeros de viaje, que nunca nos abandonaron por toda Francia. Ya estábamos en Bretaña. Primera parada: Vannes, una pequeña ciudad amurallada atravesada por un canal lleno de veleros que rápidamente nos enamoró. Era el primer de una docena de rincones que nos robaron parte de nuestro corazón.

Muralla de Vannes, Bretaña (Francia)

La ruta ya estaba en la Bretaña, y había que ir a descubrir uno de los rincones más famosos de la región: los Alineamientos de Carnac, el monumento prehistórico más extenso del mundo, con más de dos mil quinientos menhires. Seguimos para comer en uno de los pueblos más bellos de Francia: un picnic junto el canal de Pont-Aven, localidad conocida como «la ciudad de los pintores», ya que aquí residieron muchos pintores famosos, que la retrataron en sus cuadros, como Paul Gaugain.

pont-aven
Pont-Aven

Por la tarde nos dirigimos a Concarneau, cuya parte histórica se encuentra en un islote amurallado. Es verla e imaginarse historias de corsarios y piratas. De hecho, aquí perfectamente se podría haber rodado alguna parte de Juego de Tronos. Luego de visitarla, nos dirigimos al hotel de Quimper para dejar todo y acercarnos por la tarde-noche a Locronan.

Locronan, hermoso pueblo de la Bretaña (Francia)

Nos habían hablado muy bien de este lugar, un pequeño pueblo típicamente bretón de casas de piedra y una gran iglesia en el centro. Pero las palabras se quedan cortas para describir su belleza, y más aún si el pueblo es casi exclusivo para nosotros. Eran las 8 de la tarde y no había apenas nadie, nadie que interrumpiese ese ambiente especial. Parada de rigor en una de las pastelerías donde dicen que se hace uno de los mejores Kouing Amann del mundo y una sidra bien fresquita en una terraza de una pequeña taberna bretona con mucho encanto viendo los colores del anochecer reflejados en las piedras de la iglesia.

Al día siguiente tocó visitar Quimper, la capital de la Bretaña, que también nos gustó mucho con una gran catedral en el centro y canales decorados con flores y plantas de todo tipo. El mercado y el casco histórico fueron otras de nuestras paradas. Una vez visitada esta parte, que vimos en media mañana, cogimos el coche para atravesar media Bretaña y plantarnos ya en la costa norte, en Cancale, un pequeño pueblo costero famoso por sus ostras: Es tradición comprar unas ostras y comerlas en sus muelles, y eso hicimos, y con vistas al… Monte Saint Michel !!!!! La excitación era máxima, Rosi disfrutando de las ostras,y yo admirando el mar con el Monte Saint Michel al fondo.

Esa noche dormíamos en Dinan, otro precioso pueblo bretón con casas y calles de piedra, que nos encantó. Sobre todo las calles empedradas y llenas de pequeñas tiendas de artesanía local que llevan al puerto. La zona del antiguo puerto fluvial cuenta con preciosos casa de piedra, casi todas restaurantes, algunos con precios prohibitivos.

La ruta seguía. Al día siguiente visitamos Saint Malo, una pequeña ciudad corsaria fortificada, visita obligada en una ruta por la Bretaña. Es muy bonita, aunque para nosotros no es tan bella como Locronan, Dinan, Port Aven… ya que pierde ese encanto al estar más masificada y ser más grande. Allí, luego de conocerla y pasear por las murallas tocó comer los famosos y deliciosos mejillones bretones, con dos recetas diferentes, acompañados como no de una sidra.

En coche hasta el Mont Saint Michel

Por la tarde teníamos uno de los platos fuertes del viaje, el Monte Saint Michel. Aquí tuvimos un pequeño problema, debido a las prisas de la planificación, nos tuvimos que quedar sin visitar la abadía (contaré en el post sobre este día las razones), aunque pudimos disfrutar de un paseo por los alrededores de la isla, pasear y comprar en un mercadillo de segunda mano donde los habitantes del pueblo sacaban cosas que no usaban o antigüedades a la venta, al estilo americano. Luego nos dirigimos al pequeño hotelito para dejar las cosas y donde descubrimos que teníamos vistas directas al Monte desde nuestra ventana (increíble por la noche).

Ya era media tarde y nos fuimos al Monte Saint Michel. Dejamos el coche en el nuevo parking, tomamos un bus lanzadera y a recorrer la isla. Una pasada, aunque sólo fuera por pasar esa tarde allí habrían valido los 2500 km que llevábamos a cuestas en el coche, y más si puedes vivir una de esas mareas vivas que la convierten en isla y poder ver anochecer frente a la isla. Una experiencia que recordaré toda mi vida, una cálida noche de verano y con esas luces y colores….

Anochecer Mont Saint Michel

Por la noche y al amanecer, no puede evitar asomarme a la ventana múltiples veces a ver el monte. Desayuno casero en el hotel, y ya nos íbamos a la segunda parte del viaje, las Playas del Desembarco de Normandía. Primero parada en el pueblo de Saint Mere Eglise, junto a la Playa de Utah, y donde se vivió uno de los momentos más famosos del desembarco, el del paracaidista colgado de la torre de la iglesia.

Ya según nos acercábamos al pueblo y a la costa, descubrimos lo que nos iba a deparar el recorrido por la zona: tanques y recuerdos de la guerra en cada esquina, placas conmemorativas, esculturas y homenajes, lugares históricos perfectamente señalados… estábamos en Normandia, y cada rincón nos lo recordaba. Tanto, que puede saturar a quién no quiera disfrutarlo, pero es que cada campo de esta zona, cada playa, cada pueblo… es parte de la historia, cientos de miles de personas lucharon aquí y dejaron sus vidas en uno  de los episodios más importantes de la historia actual de Europa.

En este pueblo dedicamos un par de horas al museo Airborne, uno de los museos que hay por la costa de Normandía y que según pudimos leer es de los más interesantes de visitar. Son muchos museos en las playas  y el tiempo era justo, por lo que nos decantamos por este, y valió mucho la pena. Hasta Rosi, poco aficionada (por no decir nada) a los temas bélicos, quedó alucinada y fascinada. Nos costó mucho irnos de allí. Pronto os contaremos lo que vimos y vivimos. Sólo una recomendación, si vais por allí, visitadlo. Son 8 euros bien gastados. A lo mejor hay otros mejores, pero este vale la pena y mucho.

Tan pronto salimos del pueblo cogimos dirección a Playa Utah, siguiendo una ruta marcada por señales que lleva por los rincones más famosos del Desembarco, pasando por todo tipo de monumentos y lugares de interés bélico e histórico. Después de visitar la playa y lo que hay allí (no el museo), nos dirigimos al famoso cementerio alemán de La Cambe, para ir luego al Americano de Playa Omaha. En estos dos cementerios se enterraron a los muertos del día D y posteriores durante el Desembarco, pero no son los únicos cementerios, hay muchos más, y de diferentes nacionalidades.

El cementerio alemán es muy acogedor pero a la vez sobrio e íntimo. El americano sorprende por su tamaño: sabía que era grande, pero tanto… Entre decenas de miles de cruces cristianas y judías, hay 3 que no son totalmente blancas, tienen una inscripción dorada, la famosa Medal Of Honor (Medalla de honor). Muchos visitantes se afanan en encontrarlas, en buscarlas, pues no están señaladas… Lo curioso es que nosotros nos las buscamos, de hecho Rosi ni sabía de su existencia, y encontró una, y justo la más famosa, la del propio hijo del presidente americano Roosevelt. También están dos de los hermanos Niland, en cuya historia se basó Spilberg para la película «Salvad al Soldado Ryan».

Luego tocó visita a varios puntos de la gran playa de Omaha, baño incluido, para acabar en el famoso Pont do Hoc, donde pudimos descubrir los famosos búnkeres alemanes, la gran mayoría destruidos por los bombardeos aliados, cuyas marcas quedaron en forma de grandes cráteres por toda la zona. Sorprende que puedas pasear por ello, tocar el hormigón, los restos de acero por ahí tirado…

Esa noche dormimos en Caen, donde cenamos en un pequeño restaurante libanés, el único que vimos abierto a las 10 de la noche en toda la parte de la ciudad que visitamos. Al día siguiente, seguimos con la ruta por las playas de Normandía. Nos dirigimos al famoso Pegasus bridge para luego recorrer una ruta por la cota entre bellos pueblos costeros por las zonas de la Playa Sword, Playa Juno y Playa Gold. Una parada en Arromanches para conocer el famoso pueblo y los restos del Puerto Mulberry, un puerto flotante que se trajeron los aliados desde Gran Bretaña en un enorme alarde de ingeniería bélica.

La ruta y nuestro recorrido por los lugares del desembarco lo finalizamos en la Batería Alemana de Longues sur Mer, que permanece prácticamente intacta y donde puedes tocar los cañones nazis y descubrir los interiores de los bunkers y cañones alemanes.

Nuestro viaje estaba acabando, ya que esa noche ya dormiríamos en Burdeos. Eso sí, la mañana siguiente, antes de regresar, nos acercamos al espectacular y precioso pueblo de Saint Emilion. Este pueblo es uno de los rincones enoturísticos más importantes del mundo, rodeado de viñedos hasta donde alcanza la vista. El pueblo está formado por calles empedradas con pequeñas casas de piedra, con tiendas de vino y restaurantes, la mayoría enfocadas a un turismo pudiente. Los precios de los vinos así lo atestiguan: pudimos ver incluso unos Petrus de 10.000 euros la botella. Aún así, con un precio mucho más inferior ;D, nos trajimos una cajita de 6 botellas de Burdeos, para disfrutar con nuestra gente.

Después de disfrutar de un bello e inolvidable viaje, cogimos rumbo a España para acabar con esta fabulosa ruta, que hoy volveríamos a repetir, eso sí, con más días… que hay mucho mucho que ver por allá arriba!!!

WEBS DE REFERENCIA

Para la preparación de este viaje, buscamos y buscamos por internet entre cientos de webs y foros, sobre todo para saber que lugares de la Bretaña eran indispensables, ya que no la podríamos recorrer toda, tendríamos que seleccionar.

 

Podéis seguir nuestro viaje por Francia en nuestro indice del viaje.

 

Tags : BretañaBurdeosEnoturismoFranciaLa RochelleNormandíaRoadtrips
demiku

El autor demiku

Blog de viajes en pareja, donde Miki y Rosi cuentan sus viajes y escapadas.

Deja un comentario, nos haría tanta ilusión :)